– ¡Fotógrafo, una foto!
– Yo soy el videógrafo.
– ¿Ein?
– El del vídeo. Yo soy el del vídeo.
– Ah. ¿Y por qué llevas una cámara de fotos?
Esta situación se nos puede dar a los videógrafos de boda unas quinientas cuarenta veces en cada boda, más o menos.
Y se comprende. Antes, los videógrafos de boda llevábamos un camarón de hombro, con su antorcha y, hace tiempo, incluso con su grabadora externa y su cinturón de baterías, que más que un videógrafo parecías Schwarzenegger en Comando. Vamos, que se nos veía de qué palo íbamos.
Cuando llegó la era digital, a las cámaras de fotos les pusieron un sensor de imagen que correspondía con el tamaño del negativo de la antigua película fotográfica. Vamos, un peacho de sensor. Pero a las cámaras de vídeo, vete tú a saber por qué, se la pusieron pequeña. Además, a las cámaras de fotos les pusieron una función para grabar pequeños clips de vídeo.
¿Qué pasó? Pues que nos percatamos de que la calidad de imagen que nos daba una cámara de fotos digital tipo DSLR era bastante superior a la de las cámaras de vídeo. Además, pesaban como diez veces menos.
La conclusión es obvia.
Y por eso ahora, en una boda, es difícil distinguir al fotógrafo del videógrafo.
– ¡Fotógrafo, una foto! -es el mismo de hace cinco minutos
– Yo soy el del ví… ¡venga, poneros, que va la foto! -y acabas antes.