Te preparas de forma que no tapas al novio ni molestas al ceremoniante. Con suerte, un escorcito del novio. Que no se mueva nadie. Suena la música y aparece la novia al fondo. Pulsas rec. Todo va bien. Hasta que el tío Felipe decide que quiere grabar la entrada de la novia con su móvil y se planta en mitad del pasillo. La tía Antonia, auspiciada por la iniciativa del tío Felipe, decide que va a sacar una fotaza con su nueva tablet, y aborda el pasillo por el otro flanco. Buenas noches.
El novio se gira y me mira. Ambos nos encongemos de hombros. Comunicación no verbal. Ambos pensamos lo mismo. Pero no lo decimos. El decoro. El mensaje es «nos quitamos un zapato cada uno. Tú al tío Felipe y yo a la tía Antonia. Es importante no fallar el lanzamiento». Las penas compartidas lo son menos. El novio no ve la entrada de la novia. Cuando vea su vídeo de boda, tampoco la verá.
Por desgracia, es un problema creciente que nos encontramos los fotógrafos y videógrafos de boda cada semana.
No seas el tío Felipe. No seas la tía Antonia.