POR FRAN LORITE
Ya hemos comentado en alguna entrada anterior que somos un poco unos fotógrafos de prensa frustrados. Gracias a la fotografía de stock en su vertiente editorial matamos ese gusanillo. Son frecuentes nuestras salidas pirata en busca de material.
Y lo de salir siempre de casa con la cámara, aunque sea para tirar la basura hace tiempo que se institucionalizó en nuestras vidas. Hablo por mí y por Cristina, la otra mitad. Esa circunstancia ha propiciado que a veces hayamos podido disfrutar de lo lindo cuando, sin venir a cuento y sin buscarlo nos topamos con situaciones que dan de sí fotográficamente hablando.
Actualmente Cristina calza una Fuji XT100 y yo sigo con mi vieja Canon 550D a la que me niego a jubilar, y son las dos cámaras a las que damos bola cuando salimos de casa como digo, a tirar la basura. Podría decir mejor a tomar un café, lo que pasa es que ahora con las restricciones pandémicas eso parece cosa del pasado. Pero lo de tirar la basura, todos los días impepinablemente, oiga.
Que me voy por las ramas.
El caso es que un veintidós de mayo del año de Nuestro Señor 2020, dando un tranquilo paseo por las calles de Valencia nos topamos con una manifestación. Como ciudadano, generalmente nunca nos alegraremos de ninguna circunstancia que motive que la gente salga a la calle a manifestarse. Eso sería disfrutar con las desgracias ajenas y aunque no pueda negar que alguna vez alguna de estas circunstancias me haya dibujado una sutil mueca de felicidad en la comisura, no es lo normal. Digo todo esto porque luego está el alter ego, el fotógrafo. Y ahí sí que puedo asegurar que cuando uno se topa sin comerlo ni beberlo con una manifestación, aunque sea tan tranquila y civilizada como la que nos atañe hoy, un nosequé sí que se siente en la barriguilla. Algo que tiene que ver con sentirse vivo.
Nos gusta la calle. Qué le vamos a hacer.










