Los que nos dedicamos a realizar reportajes de boda, y hoy no haré distinción entre fotógrafos y videógrafos, solemos debatirnos entre dos polos a la hora tanto de presentar como de realizar nuestro trabajo. Hablamos del reportaje de ‘autor’ versus reportaje tradicional. Y nosotros mismos, a veces, caemos en esa dicotomía sin darnos cuenta.
Me explico.
Cuando se empieza en esto del reportaje de boda, uno tiene mas bien poca experiencia. Sí, ya se es fotógrafo. Conocemos la técnica. Pero aun no tenemos un ‘estilo’. Y esa es la palabra clave. El estilo, como en cualquier trabajo que uno realiza, sobre todo si tiene una dimensión más o menos artística, es una presencia que aparece y va cobrando forma en la misma medida en que uno va acumulando experiencia, y crecerá más rápido o más lento, y de forma más relevante o menos, según la curiosidad de cada uno a la hora de probar cosas nuevas. El estilo es eso que hace que cuando ves una foto de Jan Saudek lo sepas sin que te lo digan. O una peli de Tarantino. Lo mismo da.
Sucede que a veces, esa presencia se hace muy grande. Y aquí viene el quid de la cuestión. A algunos se le sale y ya no vuelve a entrar. Otros la dominan más o menos a voluntad.
Y es aquí donde se forman los dos grupos. Los de «este es mi estilo, si no te gusta no soy tu fotógrafo» por un lado, y por otro, los del grupo de «no me arriesgo, hago algo tradicional y me evito marrones».
Estos polos no tienen por qué ser opuestos. De hecho, no lo son. A veces nos llegan parejas que se han interesado en nuestro trabajo porque les ha llamado la atención nuestro estilo. Les gusta. Pero luego te piden un trabajo más tradicional.
Nosotros pensamos en el estilo como un punto de partida, pero pensamos que siendo permeable con los clientes podemos, partiendo de nuestro estilo, ser sensibles a lo que el cliente espera de nosotros.
Y todos contentos.