ESTRELLAS DEL ROCK

POR FRAN LORITE

Son ya diez años.

Diez años entrando en vuestras casas y compartiendo emociones, nervios, risas y lágrimas.

Bueno, diez años no son tantos, podría pensar alguien. Y puede que sea cierto. Pero a veces te encuentras algún compañero que con menos ya te cuenta que está quemado de hacer bodas.

Y no es para menos. Hacer bodas, ya sea como fotógrafo o como videógrafo, puede tener un desgaste para el profesional.

En una boda se conjugan varias facetas profesionales en las que tienes que estar de diez. La faceta técnica, la faceta artística y la faceta social o de atención al cliente. Y con cliente no me refiero a la pareja de novios. Para nosotros, cada invitado a la boda es nuestro cliente y hay que estar de diez. No puedes fallar en ninguna de ellas.

¿Te vas de boda? Vale. Respira. Sabes que te vas a meter en un ambiente de estrés, donde los tiempos están medidos, sabes que vas a tener que correr para llegar antes que los novios a todas partes, sabes que no vas a tener excesivo tiempo para hacer mediciones de luz o encuadres rebuscados, sabes que además vas a tener que estar simpático con todo el mundo, aunque se te pongan delante para grabar con el móvil, y sabes que todo eso va a durar alrededor de 12 horas.

¿Sabéis una cosa? Nos encanta.

No voy a mentir. Yo también tuve mi época de estar algo quemado con las bodas.

Pero pasado el tiempo, un día me descubrí a mí mismo contento porque ese día me iba de boda. Pero contento de verdad, como si hubiese quedado para cenar con mis amigos. No sabría decirte en qué momento se cambiaron las tornas, pero creedme si os digo que un día de boda es para mí un día de fiesta. Un día en el que relajo mi mente y disfruto como cochino en charca.

Quizá son esos diez años los que nos han dado la maestría suficiente como para que el trabajo salga de forma natural y podamos permitirnos el lujo de disfrutar no solo del trabajo sino también de la gente, de la situación, de la música, la luz, de incluso formar parte de las emociones de ese día. No sería la primera vez que durante el banquete suena la música, cojamos nuestras cámaras, y los novios acaben en nuestra mesa con algún regalo para Cristina o para mí. O terminar incluso apareciendo en el álbum de fotos.

Bromas, confidencias, e incluso lágrimas compartidas. Porque llegamos a conoceros, a ser sabedores de lo mucho que deseabas que tu tío de Canadá apareciese a última hora en tu boda, o que tu abuelito llegase con fuerzas hasta tu boda. Míralo cómo baila, con noventa y ocho años. Pues qué queréis que os diga, los que me conocéis sabéis lo grandote que soy, y grandes son también mis lágrimas en esos momentos.

Siempre he querido aprender a tocar la guitarra. Pero me refiero a tocar bien, sobre un escenario y para la gente. Sentirme un poco estrella del rock. Qué curioso que en ocasiones me siento así cuando al final del día ya te vas a marchar a casa, y la gente de la boda te despide con un aplauso y una ovación. Buah, pa’ qué quieres más.

No sé cuántos años más estaremos Cristina y yo haciendo bodas, pero mientras sigamos sintiéndonos como estrellas del rock y la agenda se siga llenando, estos dos viejos rockeros tendrán sus cámaras afinadas para dar lo mejor que tenemos dentro.

(Si quieres ver nuestra galería de vídeos de boda, pulsa AQUÍ)

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